miércoles, 23 de junio de 2010

El Periodismo Necesario


Tantas veces leído y pronunciado. Cuántas más invocado, manoseado y desgastado por tirios y troyanos. Múltiples son las interrogantes que surgen al reflexionar sobre el periodismo que algunos han denominado “necesario”. ¿Cuál periodismo? ¿Cuán necesario?
Cuando escuché por primera vez el término lo identifiqué con las posturas que desde la izquierda han manifestado diversos pensadores y estudiosos del periodismo. Por ende, el término llega cargado de una esencia política innegable. En una sociedad tan polarizada como la que hoy vivimos en Venezuela, los periodistas también han tomado posiciones radicales, extremistas a veces. Funciona en el país un movimiento por el “periodismo necesario” como amalgama de colegas afines al chavismo, proponiendo un periodismo revolucionario sumado a todas las instancias del partido de gobierno. Lo ha criticado con su acostumbrada virulencia la profesora Martha Colomina, llamándolo “el periodismo necesario para que Chávez permanezca eternamente en el poder”. Nada más y nada menos. El asunto sigue dando vueltas en mi cabeza… ¿Qué tipo de periodismo necesitamos?
Cansado estoy (como muchos otros) de tanto radicalismo de lado y lado, lo que me ha motivado a sumarme a aquellas voces que, in crescendo, reclaman el rescate de la sindéresis y el equilibrio. Un intenso afán por conseguir, o mejor dicho, por aproximarme lo más posible al escabroso tema de la verdad, discutido casi hasta la saciedad en las escuelas de periodismo sin lograr agotarlo. “Sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa” dijo el francés Herzog reflejando la gran estafa de creernos totales dueños de lo veraz. Ahora, ¿cómo parir el periodismo necesario?
Propondría como primer paso hacia el periodismo necesario, insistir en el buen uso del lenguaje, del idioma. No se trata de animar una “inquisición” ni mucho menos un purismo lingüístico exacerbado. Pero vaya que nos hemos contaminado de malas costumbres tanto en la escritura como en el habla, magnificadas todos los días a través de los medios de comunicación y reforzadas por la inmediatez de las nuevas tecnologías. El trabajo es desde las escuelas de periodismo, las redacciones de los medios, hasta el aparato gremial y el escritorio de cada periodista venezolano. Perfeccionarnos en este sentido, contribuiría de manera exponencial a la precisión y exactitud necesarias en la profesión.
Por otro lado, periodistas sensatos, de toda inclinación política e ideológica debemos reconocer que hoy en nuestro país trabajan sin descanso estrategas de todo tipo de maquinaria propagandística y mediática haciendo esfuerzos denodados por tener el control de la opinión pública para sus fines particulares. Laboratorios de prensa, salas situacionales, organismos de inteligencia de Venezuela y otros países, partidos políticos, agencias publicitarias y muchas otras instancias de poder, luchan desde el chavismo y el antichavismo para imponer matrices de opinión. Muchos lo enmarcan en “guerra de cuarta generación”. De manera que, desmontar esos discursos, desmenuzar los contenidos que nos llegan a través de los medios y sobre todo el conocimiento profundo de nuestra profesión, puede blindarnos para no ser unos simples consumidores de información, manipulables y sin criterio, o lo que es peor, servir de tontos útiles para fines inconfesables.
A los periodistas de hoy en Venezuela les corresponde la titánica tarea de recuperar la credibilidad perdida en una década de encarnizada confrontación política, que ha utilizado a los medios de comunicación como carros de combate y a los profesionales de la información como carne de cañón. Si bien antes del ascenso de Hugo Chávez al poder, el periodista y los medios eran vistos como los guardianes de la sociedad, el haberse involucrado de formas antes nunca vistas en la confrontación política, ha representado un incalculable daño al prestigio de la profesión.
Por si fuera poco, los bajos salarios y las malas condiciones laborales de los periodistas se mantienen constantes en el tiempo. Muchas veces el profesional de la comunicación se ve en un dilema aterrador: seguir los lineamientos del dueño del medio o perder el trabajo. No importa si el patrono es un privado o el gobierno. En muchos casos las presiones, la censura y el maltrato laboral son similares en ambas aceras. A falta de mejores oportunidades, sobre todo en las regiones, periodistas en conflicto con su conciencia deben aceptar los lineamientos del dueño del medio, para no quedar cesantes. El periodismo necesario, debe ser un ejercicio profesional bien remunerado y con seguridad social, defendido rigurosamente por el gremio. Un gremio que, aunque con aires de renovación, padece de hecho, los mismos rigores de la polarización política que vive el país.
También el perfeccionamiento del proceso noticioso en distintos medios debe ser parte del periodismo necesario. ¿Cómo es posible que un periódico prefiera movilizar recursos para colocar mujeres semidesnudas a página completa y no le interesa por ejemplo conformar una unidad de investigación periodística o poner en marcha un proyecto como el defensor del lector? Dueños de medios se rasgan vestiduras criticando a sus adversarios políticos, pero no escatiman formas poco éticas de controlar sus empresas de comunicación.
Hace más de 30 años, el recordado Renny Ottolina dijo que “patrocinantes, agencias y estaciones de televisión no vacilan en producir los programas y las cuñas comerciales más vulgares, chabacanos y asombrosamente denigrantes para lograr el más alto rating posible” y reconocía el afamado conductor de TV que, de tener el estado venezolano que regular el contenido de los medios por los desmanes por ellos cometidos, “habremos perdido la libertad de competencia, la libertad de escogencia entre canales, y con toda probabilidad habremos perdido la libertad de expresión (…) por cuanto ningún gobierno en su sano juicio va a permitir que se use un medio por él directamente controlado para que se le hagan críticas”. Las palabras de Renny fueron, lo menos, visionarias. Los desmanes de los medios han sido material digno de estudio en múltiples foros y escenarios en todo el mundo, discutido desde científicos hasta gente común. El fin de la concesión de RCTV y la salida del aire de emisoras de radio en el estado Falcón, son una muestra del deterioro de las relaciones medios privados-gobierno, bajas de guerra, dónde como en todo conflicto pareciera que el fin justifica los medios.
El periodismo necesario, más que una consigna ideológica, debe ser un compromiso personal y colectivo con el ejercicio pleno y ético de nuestra profesión. Hombres y mujeres formados para la excelencia, conscientes de su papel como vigilantes del quehacer público, lo que requiere una sólida formación moral unida a la minuciosa actividad como técnico de la información. No puede el periodismo necesario permitir que se humille y se persiga al periodista, se le someta al escarnio, al maltrato físico y moral, mucho menos se le encarcele por disentir o por opinar. La responsabilidad del periodista ante lo que difunde es innegable, pero no puede mezclarse el trabajo tergiversador de quienes responden a una parcialidad política con la labor científica y profesional que realiza el periodista que denuncia y le da voz a quien no la tiene. Necesario es una revolución moral, un cambio de mentalidad y reforzamiento de todos estos valores. Tal vez así retomemos la senda mostrada por nuestros excelsos e ilustres antecesores, recuperando el prestigio y el lugar que en nuestra sociedad el periodista merece.
(El presente trabajo ha sido ganador del II Concurso Literario de Periodismo 2010 otorgado por el Colegio Nacional de Periodistas seccional Paraguaná)

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